Esa mañana al caminar
entre cafetales, sentir el aire fresco rozar mis brazos y el olor a café
impregnado en el ambiente, recordé mi infancia. Sentí nostalgia y recordé aquellos
tiempos de antaño, a mis amigos y a mi familia. Hoy algunos ya no están, pero
cada vez que voy al Eje Cafetero, los siento cerca de mi corazón.
Fue una experiencia
muy bonita y sobre todo inolvidable que me doblega la voluntad y me hace pensar
en el Quindío cada vez que estoy de vacaciones. Mi corazón se resiste a cambiar
de destino y pone frente a mi razón. Al final termino volviendo llena de
felicidad cual niña frente a un parque de diversiones.
En el Quindío hice catación
de café como una experta, eso sí, no tenía idea de sabores, olores o colores
pero lo hice, lo disfrute y sobre todo aprendí a tomar café, es un arte igual o
mejor que el vino, es un placer que ahora voy a enseñar a mis amigos.
También cogí café,
bueno, algunos granos verdes, otros rojos y algunos negritos. Eso sí, los rojos
me los comí, no aguante las ganas de probar y sentir los orígenes de un buen
café, como dicen por allá “de la semilla a la taza de café”.
Cuando pensé en irme
de vacaciones, solo quería descansar, no hacer nada, dormir y leer un buen
libro, quería desconectarme del mundo. Pero ahora que lo pienso, nada de eso
hice, por el contrario, estuve más ocupada pues quería hacer muchas cosas. Me
sentí como mis hijos en una dulcería, quería de todo, así fuera un poco!
No sabía todo lo que
tienen, deporte, aventura, naturaleza, ecología, avistamiento de aves, aire
fresco, ambiente sano y gente muy amable. Todos sonríen y están prestos a ayudarle a uno en lo que necesita. Al
comienzo, me costó un poco de trabajo asimilar esa cordialidad, pero luego, me contagié
de esa armonía y amor interior que irradian los Quindianos y empecé a verlos no
como extraños, sino como parte de mi familia.
Algo que me gustó
mucho fue el recibimiento que me dieron unos jóvenes en un punto de información
turística, me mostraron el Quindío con mapa en mano, me hablaron de las rutas
experienciales que tienen y sobre todo me ofrecieron hoteles Cotelco de muy
buena calidad y ubicación. Ellos me brindaron la información precisa que
requería para organizar mis planes de vacaciones, así ahorre tiempo de
desplazamiento que luego utilice para disfrutar de más actividades.
Pero lo que más me llamo
la atención, fue el café junto con todas sus expresiones artísticas,
culturales, gastronómicas, artesanales y sobre todo experienciales. Ya nosotros
los turistas dejamos de ser pasivos en las actividades, ya nos toca “trabajar”
pero de una forma tan emocionante y divertida que nos quita hasta el estrés del
cuerpo.
Mis vacaciones en el
Quindío fueron espectaculares, me reencontré con mis raíces, hice las paces con
la naturaleza, camine entre palmas de cera, monte a caballo, disfrute algunos
miradores, comí trucha, tome vino de café, admire el baile de los macheteros,
compre muchas cosas en la ciudad milagro, estuve en varias fondas, visite
pueblos todos súper cerquita, interactúe con los campesinos, conocí las plazas
de mercado y sobre todo me volví Quindiana de corazón.
Estoy muy agradecida
con el Quindío. Mil gracias y que Dios me los bendiga por todo lo que hacen
para conservar sus raíces cafeteras, por transmitir esa cultura a las
generaciones futuras y sobre todo por ser humildes de corazón.
“Gracias a ustedes,
saboree el campo y me volví montañera por un momento”. Dios, ¡que vacaciones
tan espectaculares!.